Todos los caminos
Despierto, desayuno, acaricio a la gata, tomo el ascensor, arranco el auto. Vida superficial, inercial, default. No siento la brisa marina, no escucho los bocinazos, no miro los cerros. Mis sentidos dejaron de percibir Antofagasta y mi corazón sólo vuelve a latir -a mil por hora- cuando todos los días y necesariamente debo cruzar la Avenida Argentina, porque no puedo evitar mirar hacia tu casa y saber que quizás estás allí, a punto de entrar o salir, y el día que nuestras miradas se crucen sabrás que aún cuando rompiste mi corazón, todos los caminos me siguen conduciendo a ti.