El cerdito todopoderoso

Ya se que a una cantidad muy reducida de gente le interesará esto, pero bueno :). A mediados de mayo LAN retirará de servicio a todos sus antiguos aviones Boeing 737-200 (rutas de pasajeros y carga), para dar paso a los modernos Airbus A319 y A318 y que éstos ocupen su lugar en la mayoría de rutas domésticas, ya que son aviones de características y dimensiones similares al 737. Es una noticia común y corriente en una industria que se moderniza… pero me dejó pensando en una historia curiosa.En julio de 2002 me ocurrió un incidente en un vuelo de Aerolíneas Argentinas entre Buenos Aires – Posadas. Una tormenta en el destino estuvo “jugueteando” con el avión (un Boeing 737) de un lado para otro, con el bonus de un rayo que impactó el ala derecha. El vuelo fue desviado a Puerto Iguazú y aterrizamos sin contratiempos, pero como era primera vez que me pasaba algo así, lógicamente agarré temor a volar. Superé ese miedo con una auto-medicación curiosa: en vez de alejarme de los aviones me acerqué a ellos. Quise saber exactamente cómo funcionaban, qué los hace volar y cuán seguros son. Tomarles amor en vez de odio. A pesar que eso funcionó, en primera instancia opté voluntariamente por tener una creencia irracional: que los B737 son más inseguros y vulnerables a inclemencias climáticas (obviando de qué aerolínea fuera y en qué país estuviera). Así que cada vez que volaba elegía hacerlo en un A319 o A320, evitando el B737. La “técnica” resultó y prácticamente todos los vuelos posteriores fueron en general tranquilos. Pero el 2006 pensé que había sido suficiente “castigo”. Volví a volar en un B737, y aunque ciertamente es un avión más ruidoso (muy ruidoso!) y de terminaciones que delatan su antigüedad, no tuve problemas y de a poco fui eliminando ese “remanente” de temor.

El hecho curioso pasó el año pasado. La última vez que volé fue en noviembre de 2007 (Antofagasta-Santiago ida y vuelta) y ambos fueron en un B737. No me pasó nada, pero no pude dejar de advertir que el vuelo de ida fue increíblemente suave (creo que es la única vez que no “sentí” el ascenso ni descenso), a pesar que había viento y nubes del tipo “juguetonas” a la vista. En el vuelo de vuelta había viento cruzado al despegar, por lo que el avión tuvo que luchar para ascender en línea recta; más arriba se alzaban nubes de lluvia, y a pesar que el avión se movió bastante, tuve una sensación distinta. Era un tipo de seguridad “rara”, como la que se tiene cuando uno corre por algún sitio y no importa mucho que el terreno sea asfalto o arena, o el viento esté fuerte o esté lloviendo, porque uno “sabe” que los músculos de las piernas sabrán sobreponerse a esos obstáculos y que los pies resistirán nuestro peso.

Una hora y 15 minutos después, a pocos minutos de aterrizar, Antofagasta se veía por la ventanilla pero a una altura mayor de la que estaba acostumbrado a verlo. Ignoro si había viento cruzado, otro avión en pista próximo a despegar o una aproximación fallida del piloto, pero por primera vez el avión no aterrizó por la pista usual para vuelos provenientes del sur (Pista 01), sino que pasó junto a la pista (a unos ~3.000 mt del suelo), se alejó sólo lo suficiente para perderla de vista por la ventanilla, para luego dar una vuelta en 180° con una inclinación de ~20°. Los motores rugían, los pasajeros se miraban extrañados, el avión se sacudía con los flaps al máximo. Unos 180 segundos después, el avión aterrizó suavemente por la opuesta Pista 19. A pesar de todo aquello, me sorprendí a mí mismo de estar completamente tranquilo. La curiosidad es que ese B737 era el mismo que hace unos días me llevó a Santiago unos días antes (era la misma matrícula, CC-CQT). En ese momento le perdí completamente el miedo al Boeing 737. Pasó de ser el avión inseguro y vulnerable a un “cerdito todopoderoso” (no es mera invención… en jerga se le apoda “chancho” al B737, entre otros nombres :)).

Así que, por loco que parezca, tuve una relación de odio/amor con ese modelo de avión. Por eso que no me dejó indiferente la noticia que lo retiraban de LAN. Es una máquina que finalmente se ganó mi respeto.



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