Una verdad que se me da la gana decir

Pues lo lamento mucho por todos aquellos padres que, por motivos éticos, religiosos, mágicos o tiernos, hayan querido fomentar y promover esto a sus hijos. Lamento que cuando llega un hijo al mundo, y aprovechándose de su inocencia, ignorancia y de conceptos tan incorrectamente usados como el “pensamiento mágico” (especialmente por psicólogos), se les da rienda suelta para imaginar/idealizar algo que, aunque los padres lo sepan perfectamente, les romperá el corazón una vez que se enteren, de una u otra manera (aún sabiendo que será menos doloroso que se enteren temprano que tarde). La mente humana es tan delicada que es muy fácil contaminarla con fantasías, y si bien algunas fantasías sí son saludables para estimular a las personas (tales como la ciencia ficción o las diversas formas de arte), otras no hacen más que sumergiendo poco a poco a la gente, desde pequeña, en tonterías que no hace ninguna falta agregar a la imaginación de un niño, porque el resultado futuro bien puede desencadenar en que ese niño, una vez adulto, siga dando crédito a otras cosas que también se escudan en lo “mágico” (astrología, esoterismo, tarot, fantasmas, etc), lo cual no le hace nada de bien al pensamiento crítico, y por ende, al progreso científico y tecnológico de una civilización, que por supuesto depende de lo bien preparados que estén sus ejecutores.

Por todo esto, no tengo ningún reparo en decirle a todos los niños y niñas que lean este post, de cualquier edad que tengan, que:

¡El Viejito Pascuero/Santa Claus/Papá Noél no existe!

…y pueden ver la simple y completa argumentación científica aquí:

http://perso.wanadoo.es/estudioateo/humor/santaclaus.htm

Son sus padres/familiares los que les ponen los regalos en el árbol/patio/jardín etc., y prefieren tomar la decisión de seguir alimentándoles una fantasía que -de una u otra manera- van a terminar sabiéndola y darles una tremenda pena, en vez de serles sinceros en que los regalos no son “mágicos” ni “gratis”, y por tanto son ellos quienes la sufren con los gastos. Prefieren exaltar la inocencia infantil en desmedro de la realidad, tal como lo demuestra esta “emotiva” (pero falsa) respuesta que un periodista le dio a una niña que escribió haciendo esa pregunta a un periódico. Esa respuesta emotiva fue elogiada y usada como modelo para inspirar a maestros y padres para responderle a sus niños. Y en cambio, en una ciudad de EE.UU. los padres pidieron hacerle un sumario a una profesora que optó por decirles simplemente la verdad a un grupo de escolares.

En fin, me da igual que algún padre/madre me reclame. Estoy diciendo la verdad.



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