¿Sabiduría e ignorancia?
Hace algunos días terminé de leer Brevísima historia del tiempo, de Stephen Hawking. En líneas generales puedo decir que entendí un 95% del libro, en comparación al 75% que entendí de Historia del tiempo, cuando lo leí hace unos años atrás. En ese sentido aplaudo la intención de esta versión “mas breve” de la obra, pues su propósito justamente era ser un relato más digerible que el anterior, que a pesar de ser un éxito en ventas vislumbró un público en general perdido en comprender aquella excelente obra, que resume en cierta forma los avances de las ciencias físicas hasta nuestras actuales teorías sobre el Universo.
Pero respecto a la “Brevísima…“, algo en particular me quedó dando vueltas. Casi al final del libro Hawking pone en evidencia la gran distancia que existe entre los especialistas y el público en general, respecto a la ciencia. En tiempos de Newton, comenta el autor, los últimos avances estaban al alcance de personas relativamente cultas y no había gran complejidad en comprenderlos. No obstante, de allí en adelante la ciencia ha progresado a ritmo velocísimo, y las teorías han adquirido mayor complejidad. Esto ha causado un desfase enorme, porque los científicos están demasiado ocupados haciendo descubrimientos y “no tienen tiempo” de resumir sus teorías y ponerlas al alcance del público.
Pero no es una tarea fácil. Personalmente no se cómo era la actitud del público hacia la ciencia hace 2 o 3 siglos atrás; sólo percibo que en la actualidad el interés ha mermado, y eso conspira en el intento de culturizar a la gente sobre los fenómenos naturales. Esto lo he atestiguado en astronomía, mi “campo”; las personas parece que les aburre escuchar una explicación que levemente suena a complejidad, por muy completa y precisa que sea. Por poner ejemplos clásicos, muchos se conforman con la explicación “urbana” de que los planetas influyen en nuestra personalidad; o que cualquier objeto volador no identificado es una nave extraterrestre; o que el hombre nunca llegó a la Luna; o que los billetes de un dólar “presagiaron” la caída de las torres gemelas según cierta forma en que se doblen. La gran mayoría de estas cosas pueden refutarse con una explicación científica concisa, pero aburre. Es más atractivo creer que los planetas tienen poderes, que los aliens nos visitan a cada rato o que los billetes de dólar tienen poderes paranormales. A la gente le encanta lo que no puede ser explicado, o bien la explicación más espectacular es la de mejor aceptación.
Alguien podría decir que esto sólo se reduce a sabiduría e ignorancia; o bien que los científicos son todos unos tipos de “mente cerrada” que no se expanden a otras posibilidades. Tal vez algunos lo sean, pero personalmente, e intentando alejar cualquier sesgo, creo que es sumamente fácil advertir cuando alguien se está dejando llevar por su fascinación ante lo fantástico/desconocido y se resiste a lo racional; desde creer que si la Luna se encuentra en cierta fase ayuda a adelgazar, evitar cruzarse con un gato negro, o la costumbre de no darle el salero en la mano a otra persona, porque eso significa que más tarde uno discutirá con ésta.
Lo curioso es que los humanos están dotados de la capacidad de ser críticos, de contraargumentar y citar evidencia que sostenga el contraargumento a un postulado dudoso; basta ver los reportajes, sitios web y foros donde se plantean todas las “incoherencias” que demostrarían que el Apollo nunca llegó a la Luna; pero resulta más curioso constatar que esos mismos “escépticos” acepten abiertamente que cualquier cosa volando en el cielo, si no somos capaces de identificarlo, es sin lugar a dudas una nave espacial extraterrestre.
Yo creo aquí confluyen 2 factores: primero, que el escepticismo se ve francamente derrotado ante la fascinación por lo fantástico/desconocido en el caso de los OVNIs; y segundo, que el intento de escepticismo en querer refutar el viaje a la Luna en realidad es otra forma de fascinación, la relacionada con las conspiraciones. En otro contexto quizá hubiera sido útil, pero en el “caso Apollo” el tiro les sale por la culata: los argumentos para refutar el viaje a la Luna son totalmente errados, y por el contrario, se puede demostrar científicamente que *sí* llegamos. Este famoso ejemplo demuestra que las personas tienen capacidad crítica, pero debido a que algunas se dejan llevar por una “ciencia urbana” más simplista que la “ciencia real” para explicar los fenómenos, la crítica se va por el lado de los quesos.
Bueno, creo que lo dejaré hasta aquí. No vaya a ser que algo malo me pase porque escribí este post justo un día martes 13 🙂